Diversas asociaciones y plataformas vecinales de la España vaciada, como la Mesa Eólica Merindades de Burgos, han constatado que las macro instalaciones de producción y distribución de energía verde no crean empleo in situ para fijar población; todo ello pese a la intensa propaganda realizada en sentido contrario desde la Administración y desde las empresas interesadas. Así por ejemplo, Burgos, que es la tercera provincia de España en volumen de creación de ese tipo de energía, sigue a la cola en lo que se refiere a la creación de puestos de trabajo en ese sector. Esta situación contrasta con el caso de Madrid, que no produce energía verde pero que encabeza la creación de empleos verdes, tal como arrojan los datos que ha publicado el SEPE, Servicio Público de Empleo. La gran mayoría de los empleos generados son de personal técnico cualificado.
Las empresas del ramo afirman que en las comarcas productoras no se encuentran suficientes ingenieros electricistas ni técnicos en media y alta tensión o personal con conocimientos para la gestión de baterías e hidrógeno. Más allá de estas excusas, se constata que se ha entrado en un círculo vicioso. Los macroproyectos no han sido capaces de fijar población en las comarcas rurales productoras, que no experimentan el desarrollo prometido y publicitado. Al contrario, sigue aumentando la pérdida de población y por lo que el campo queda aún más yermo de cultivos, lo que podrá ser aprovechado por otro macroproyecto y continuar otro ciclo mientras la publicidad ecologista funciona a toda máquina. La población de las comarcas productoras tampoco se ve especialmente beneficiada en el importe de la factura de la luz, porque al más puro estilo del capitalismo salvaje, los beneficios que se generan se quedan íntegramente en las empresas instaladoras y distribuidoras.
Agencia FARO
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