En defensa del mastín español tradicional frente al usurpador MEO (el llamado Mastín Oficial Español de concurso)

Mastín español. Foto: Lifelobo Andalucía

En la actualidad resulta frecuente en España ver a personas en las ciudades y zonas residenciales con unos grandes perrazos de grandes pliegues de piel colgante, con andar lento y grave y que adornan más que vigilan numerosos chalets y fincas cercadas. Aunque llamados pomposamente mastines españoles son realmente unos híbridos modernos y decorativos que poco tienen que ver con el auténtico e histórico. El liberalismo ha llegado hasta los confines.

El auténtico mastín español es el perro autóctono de España desde la antigüedad y que sirve de imprescindible defensa y protección del ganado frente a los animales peligrosos que le acechan y pueden atacarle, sobre todo de lobos, osos y perros asilvestrados, pero también jabalíes y linces europeos (lobos cervales norteños) y, en menor medida, de zorros, meloncillos, etc., que a veces matan corderos. Los mastines llegaron vigilando y protegiendo a los rebaños de ovejas y cabras a la Península Ibérica hace varios milenios. Sus parientes más cercanos se encuentran en las estepas y montañas eurasiáticas. El ganado y los mastines han estado unidos al hombre desde hace milenios. También se han empleado en la caza mayor como perros de agarre, sobre todo para jabalíes peligrosos que atacaban a los corderos, ovejas y cabras. También en la guerra.

El mastín verdadero de España, de enorme resistencia física y aguante, tradicionalmente acompaña en todo sus recorridos a los rebaños trashumantes que se trasladan a los pastos estacionales de forma periódica, cubriendo cientos de kilómetros en apenas un mes, acompañando día y noche al ganado. Este infatigable recorrer queda reflejado en el refrán «Si el camino es largo, el mastín corre más que el galgo». Dentro del mastín nativo español existen distintas variedades, como el leonés y el de los Pirineos, como también los de menor talla pero muy ágiles escaladores de peñas, propios de las agrestes sierras Béticas.

Se trata de perros grandes, de más de 50 kg de peso, capaces de enfrentarse a predadores de envergadura, pero no son gigantes. El gigantismo en los canes actuales procede de una selección moderna de la cinofilia de lujo que busca ante todo animales decorativos de gran presencia y ornato, capaces de ladrar pero de movimientos torpes, sin la agilidad necesaria para realizar correctamente el trabajo de vigilancia y ataque a los predadores.

En los documentos históricos los mastines figuran con todas las de la ley, hasta el punto de que la Mesta en sus constituciones estipula cinco mastines por pastor con la ración suficiente para cada uno de ellos y alimentación diaria igual a la de los pastores. La pella o perruna, masa de rancho de alimento completo que los merineros daban a los mastines estaba hecha a base de harina de cebada, torta de chicharrones y leche o suero de prensar los quesos, que ya es la ración que describe el hispano romano Lucio Columella. Rastro de la misma son las perrunillas, pastas típicas de muchas comarcas de raigambre mesteña de Castilla y Extremadura.

Alonso de Herrera en su Tratado de Agricultura (1513) da una esmerada e inigualable descripción del mastín español de trabajo. Entre otras muchas cosas explica: «Los mastines se procuren cuanto más pudieren deste talle y hechura. Han de ser de grande cabeza, tanto que parezca tener ó ser un tercio del cuerpo, la cara que paresca de hombre» (…) «de grande ladrido y espantoso».

En los ejemplares más puros y pastoriles predominan las capas blancas y pías, que son las preferidas por los pastores, para distinguirlos bien de los lobos en la noche. Viendo fotografías antiguas de los trashumantes leoneses podemos ver que son también frecuentes los mastines pintos o con manchas negras. Nombres propios de mastinas son los de Leona, Brava, Blanca, Gama, etc.

A partir de los años 60 del siglo XX, el desarrollismo franquista cambió el panorama del mundo canino y ganadero. Mucha gente snob tenia perros de ornato y acudía a los distinguidos concursos caninos, como la Real Sociedad Canina de España o la Federación Canina. Querían diferenciar a sus perros nobles de la estirpe rústica autóctona y «paleta de pueblo». Para ello los cruzaron con perros ingleses y franceses. Eran los tiempos de los gobiernos tecnócratas empeñados en la importación de razas exóticas de vacas como la pardo alpina o la charolesa, limusina, consideradas muy productivas frente a las estirpes autóctonas que deseaban aniquilar. En los 60 importaron ya mucho San Bernardo para crear al MEO. No son cruces fortuitos, sino que la creación del MEO con el San bernardo es deliberada y planeada. No es algo fruto del azar. Había que crear para los concursos la raza gigante que otros países tenían, como el gigantesco mastiff inglés de los típicos concursos de la alta sociedad en los hipódromos y España no. Y lo consiguieron.

El usurpador MEO (Mastín Español Oficial) del ámbito anglófilo liberal

Estos mastines que ganan los «concursos de papel cuché» son unos zopencos e inútiles, están como para cuidar un rebaño y correr detrás de las alimañas. La raza autóctona se ha intentado erradicar a  base de vender cachorros pellejudos a compradores de mascotas. Eso sí, los urbanitas con aspiraciones de clase alta califican al MEO como «un adorable mastín oficial español». El apoyo de las instituciones públicas a la nueva raza MEO ha sido fundamental para su difusión, en una gran parte de las ocasiones los dueños mantienen amistad con concejales y diputados (cuando no lo son ellos mismos), ya que la mayoría de los creadores de la raza MEO fue gente burguesa de alto poder adquisitivo. Entre los posteriores compradores se ha encontrado mucha gente de clase media con ánimos de aparentar ese alto poder adquisitivo. Para los defensores de la auténtica raza española de mastín, estos ejemplares obesos y de muchos pliegues de piel no resultan admisibles. Comentan que «Han estropeado la raza, el mastín leones debe ser grande, pero ágil y atlético, no obeso y con muchas pieles colgando de la papada, que ni se mueven».

El bravo mastín español ha tenido gran importancia a lo largo de la Historia, no solo en relación con la ganadería. Tuvo una importante misión en la Reconquista, así como en la conquista de América y así lo hacen saber diversos narradores. No podemos abandonar su estirpe tradicional y aguerrida frente a los usurpadores.

Juan Andrés Oria de Rueda Salgueiro

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