Las mamandurrias de Vox

DETRÁS DE ESTAS CUESTIONES SUBYACE LA VERDADERA NATURALEZA DE LAS FORMACIONES CONSERVADORAS

Santiago Abascal, líder de Vox. Europa Press

Recientemente se ha desvelado el nombre y el sueldo de los colaboradores asignados a los partidos políticos en el Congreso y el Senado. Obviamente, todos los partidos del arco parlamentario incurren en este tipo de prácticas clientelares. Pero nos gustaría detenernos en el caso de Vox, formación que pretende abanderar, sin pasar de lo retórico, claro, la lucha contra este tipo de mamandurrias. Concepto este, el de las mamandurrias, acuñado hace ya más de una década por Esperanza Aguirre, representante, tal vez, del ala más próxima a Vox dentro del Partido Popular.

Pues bien, se ha sabido que la formación liderada, es un decir, por Santiago Abascal cuenta con diez asistentes (31.778 euros de sueldo anual cada uno de ellos), dos asistentes B (39.723 euros), diez asistentes técnicos (47.668 euros), dos asistentes técnicos B (55.612 euros) y un asesor (53.557 euros). Entre estos colaboradores se encuentran célebres creadores de opinión, particularmente en el ámbito de las redes sociales, como el policía Samuel Vázquez Álvarez o el tuitero Miguel Rovira de la Fuente, conocido como Joven Europeo, uno de esos influyentes «revoltosos» que, bajo cierta apariencia aséptica o no explícitamente partidista -como ocurre con ciertos alvises, quiles, desokupas y compañeros mártires-, se encuentra detrás de operaciones conducentes a fortalecer los intereses del partido de la calle Bambú a costa, claro está, de engañar -estafar- a muchos jóvenes seguramente bienintencionados, pero poco afilados.

Volvamos, no obstante, a las mamandurrias. Decíamos que fue una aportación al lenguaje de la política española de Esperanza Aguirre, cuando allá por el ya muy lejano 2012, a cuenta de unos préstamos a las comunidades autónomas, reprochó al Gobierno de Mariano Rajoy: «Se tienen que terminar los subsidios, las subvenciones y las mamandurrias en general». Petición plausible donde las haya. Pero, ay, los conservadores y su proverbial hipocresía. Como es sabido, la propia Esperanza Aguirre tuvo al mismísimo Santiago Abascal -qué pequeño es el mundo- al frente de la Agencia de Protección de Datos de la Comunidad de Madrid entre febrero de 2010 y diciembre de 2012. Durante esos casi tres años, el político alavés disfrutó de una sinecura de 82.491,84 euros al año, con un complemento de productividad de 11.363,16 euros.

Al cabo, detrás de estas cuestiones subyace la verdadera naturaleza de las formaciones -ya se trate de su versión más echada para adelante o de la más mediopensionista- conservadoras, muletas siempre indispensables de los regímenes revolucionarios y constitucionales. Ya se sabe que este tipo de sistemas políticos requieren, además de una punta de lanza progresista que abra nuevos caminos -y orificios, que diría Juan Manuel de Prada-, de asentadores que van consolidando esos avances a la vez que preparan el terreno a sus dizque adversarios para que lleven a cabo ulteriores progresos. Y para realizar eficazmente esa función es necesario estar estupendamente nutrido de mamandurrias y demás pastos presupuestarios.

Gastón J. Guezmindo, Círculo Cultural Antonio Molle Lazo

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