José María Gil Moreno de Mora. Un hombre y una doctrina para el campo español (y III)

LA VIDA DE JOSÉ MARÍA GIL MORENO DE MORA FUE ANTE TODO UNA VIDA DE APOSTOLADO POLÍTICO Y ASOCIATIVO

La tractorada en Valladolid

Sin embargo, no todos los males son lejanos en el tiempo: no faltaron en la obra de Gil Moreno de Mora críticas a la tecnocracia tardofranquista, sus Planes de Desarrollo y sus designaciones gubernativas de representantes locales: «El Campo se vació con el aplauso de los tecnócratas encaramados en sus estadísticas. Se vació de gente porque fue vaciado de contenido. No es lo peor que se le privara de rentas y se le forzara al endeudamiento actual desde lo alto del poder; lo peor es que en el pensamiento nacional se le haya desvalorizado sistemática y encarnizadamente. Disperso e indefenso a lo ancho del territorio, truncada su representación por los nombramientos a dedo y la anulación del sistema gremial […] se le obligó a pagar todo el costo del Desarrollo de los años 60 sin contrapartida ni propósito de dársela, en un criterio de Justicia social reservado en beneficio de otras actividades» («El campo, hoy», Verbo). La tan cacareada representación orgánica que el régimen de Franco decía defender tan sólo era una ilusión: «Los sistemas puramente verticales y hechos desde arriba, la designación a dedo, el olvido de los niveles o cuerpos intermedios naturales sacrificados en aras de un estatismo que creció sin parar, la destrucción de los sistemas gremiales y el corporativismo clásicos, el aumento de poder de la Administración sobre los Municipios, la falta de flexibilidad y adaptación, la legislación por decreto, la interposición de los Gobiernos Civiles como virreyes en los nombramientos de alcaldes y presidentes de Diputación y en toda actividad representativa, la organización en suma de la Representación paralelamente a la Administración y supeditada a ella desde arriba, eran así otras tantas contradicciones de la organicidad proclamada» («Partidos y representación orgánica», Verbo).

Pero la voz de nuestro hombre no se limitó a la denuncia y la acusación. Como ya hemos dicho al comienzo de esta exposición, la vida de José María Gil Moreno de Mora fue ante todo una vida de apostolado político y asociativo. «Queremos una asociación o partido político —advertía— que para respetar las características de dispersión, variedad y arraigo que son propias de nuestro género de vida, se monte desde abajo y confederativamente, respetando la personalidad y la autonomía de las partes y grupos, como de las “casas” y personas. Queremos que en cada lugar los grupos sociales se organicen ellos mismos a la manera que sea más adecuada a sus necesidades y costumbres, sin uniformismo, para todas las facetas de acción (como las cooperativas) y de representación (gremios o hermandades o corporaciones). […] Tenemos una doctrina propia del mundo rural. Todas las ideologías y partidos actuales provienen de ambientes ciudadanos, capitalistas u obreristas de los suburbios industriales y no nos sirven. Por eso es necesaria una doctrina propia, ya que nuestro estilo, nuestro modo natural y nuestros conceptos de vida son radicalmente diferentes, y aquellos conceptos que nuestro mundo rural no los tiene en cuenta es porque son inapropiados para él» («Salvar el campo, salvar la Patria», Verbo).

Así nació, casi al final de sus días, la idea de Confederación Rural Española, que no llegó a ver culminada en vida, pero que sin duda abrió el horizonte de quienes hasta entonces no habían sido capaces de imaginar un futuro al margen de los conceptos con que la ciudad coloniza al campo. Ésa es quizás la gran lección de su vida y obra: la defensa del campo desde las categorías y esquemas mentales propios del campo. Si quienes hoy protestan legítimamente en defensa del campo español son capaces de tomar su ejemplo, de recoger su testigo y de reemprender su proyecto, habrán empezado el sendero recto que lleva a salvar el campo, y con él, la Patria. Nosotros, por nuestra parte, exhortamos a nuestros lectores a conocer la vida y obra de José María Gil Moreno de Mora.

Manuel Sanjuán, Círculo Cultural Juan Vázquez de Mella

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