Símbolos monárquicos en la Catedral de Puebla, Méjico (II)

LA MONARQUÍA HISPÁNICA NO ES UN CONCEPTO QUE SE DEVANEA EN LA REGIÓN ETÉREA DE LAS IDEAS, SINO QUE SE ENCARNA EN UNA PERSONA CONCRETA

La catedral poblana lo mismo que todas las catedrales del Nuevo Mundo fueron una empresa del Rey como se expuso en la primera parte. Era el Rey quien gracias al «Regio Patronato Indiano» autorizaba, encargaba y costeaba las catedrales de los reinos allende el Mar Océano.

Después de ver el portentoso escudo real en la fachada principal del edificio, en esta segunda parte contemplaremos la fachada norte, llamada «puerta de San Cristóbal». No es menos importante que la fachada principal ya que, dadas las condiciones de la traza de la ciudad y la historia de la misma diócesis, decana de las diócesis novohispanas, resulta ser la fachada que mira hacia la Plaza de Ar­mas (hoy Zócalo).

La portada norte del recinto catedralicio muestra un primer cuerpo dórico, un segundo cuerpo jónico y un remate corintio siguiendo los órdenes clásicos. Las columnas pareadas del edificio tienen en medio las esculturas de los cuatro santos evangelistas. Sobre el tímpano se vuelven a presentar las armas de Casti­lla que vimos en la fachada principal aunque de menor tamaño y calidad. Lo interesante es que en el intercolumnio, sobre las esculturas de los evangelistas, cuatro medallones con una bellísima enmarcación barroca presentan a cuatro reyes de la dinastía de Habsburgo: Carlos I, Felipe II, Felipe III y Felipe IV.

¿Qué hacen estos medallones con los bustos de los reyes en la fachada de la catedral? Como hemos dicho antes, el edificio se construyó por iniciativa del Rey. ¿No bastaban las armas sobre el tímpano para dejar claro que se trataba de una obra real? No. No basta saber que hay un rey, no basta tener en la cabeza la idea de un monarca, la monarquía hispánica no es una idea o un concepto que se devanea en la región etérea de las ideas, sino que se encarna en una persona con­creta. No solamente tenemos un rey, sino que este rey tiene un nombre, un ape­llido, una cara y en el caso de los Habsburgo, una prominente barba.       

La Catedral Basílica de la Inmaculada Concepción de la Puebla de los Ánge­les fue construida por iniciativa de personas concretas y reales: los reyes don Carlos y sus sucesores Felipes. La misma catedral anuncia quiénes fueron sus patrones y de esta manera los visitantes de la plaza pueden levantar la mirada y darles rostro a esas regias personas que promovieron tal obra en beneficio de la ciudad, del reino, de las almas y de la Iglesia.

Un punto hay que dejar en claro: el que la catedral ostente los rostros de los monarcas a lado de los santos no significa que los canonice como hacen los pro­testantes (irónico), mucho menos que los divinice a la manera de los paganos, nada más alejado de la verdad. Lo que la catedral nos anuncia con estos detalles es que gracias a la labor del rey, la Iglesia puede cumplir el mandato evangélico de ir a todas las naciones y bautizarlas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. De esta manera, el monarca cumple su tarea política de buscar el bien común en todos sus dominios, aún si estos se encuentran más allá de los océanos.

Ángel Reyes Rosas, Círculo Tradicionalista de Nuestra Señora de los Remedios.

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