
En 1813 fue consagrado el conjunto escultórico de las virtudes teologales hecho por Manuel Tolsá para la Catedral Metropolitana de la Ciudad de Méjico.
Durante el sismo del 19 de septiembre de 2017, la Esperanza sufrió daños al caer de cabeza desde su emplazamiento a 45 metros del nivel del suelo. Fue almacenada junto a las otras dos Virtudes, retiradas como medida cautelar, en el edificio de la biblioteca Turriana, adosado al oeste de la Catedral, en lo que era sometida a un proceso de restauración.
El gobierno federal gastó cinco millones de pesos del Programa Nacional de Reconstrucción en recuperar las tres esculturas y el pasado 27 de febrero se develó la «restauración» y reinstalación de las Tres Virtudes.
Al respecto, Martí Batres, jefe de Gobierno, comentó que «en 2017 cayó la estatua que representaba la esperanza, sí, pero no cayó la esperanza: la esperanza está viva aquí en la Catedral y en todo México [sic]». Por su parte, Arturo Balandrano, director general de Sitios y Monumentos del Patrimonio Cultural de la Secretaría de Cultura, afirmó que «hicimos un trabajo muy especial, muy cuidadoso, muy respetuoso», pero también que «no pretendimos hacer una réplica exacta, no se puede, no lo podríamos hacer, no somos Tolsá […] No es una restauración de la cabeza porque quedó muy poquito […] no podemos hacer una falsificación, nosotros no somos Tolsá, somos otra temporalidad».
El rostro fue completamente rediseñado, si anteriormente era de facciones europeas, ahora muestra un aspecto indígena, con un peinado distinto, labios y pómulos más prominentes, nariz chata y barbilla ancha. De tener un estilo escultórico neoclásico, posee ahora clara estética nacionalista de la «escuela mexicana [sic] de pintura y escultura», encargada de los grafitis socialistas («murales») que afean muchos recintos virreinales como el antiguo colegio de San Ildefonso (ver las obras «Basura social», «La destrucción del viejo orden» y «El juicio final»).
Resulta notable que precisamente haya sido la Esperanza la que ha caído y sido deformada, a la luz de lo dicho por el señor Balandrano y más en esta época en que inicia la propaganda electoral con lemas como «la esperanza de México [sic]». Es incluso providencial en su metáfora: la Revolución desfigura y pervierte a la verdadera esperanza, de ser virtud teologal a mera herramienta de politiquería. Más a propósito aún, este mismo periódico católico-monárquico se intitula La Esperanza.
No queda sino recordar la «Alegoría de la Prensa Carlista», publicada en 1872:
Gran consuelo es La Esperanza
En Don Carlos de Borbón,
Pues la Regeneración
Sin la España no alcanza.
El Pensamiento Español
Fijo está en el porvenir,
¿Quién no alcanza a percibir
Detrás de la niebla el sol?
Claro está, y es La Verdad
Que espera el autor del mito,
Por un Nuevo Papelito
Gobernar la sociedad.
¿Y se ha de sufrir? No tal;
Tenemos La Convicción
De que el nuevo revolcón
Será solemne y real.
Se alzará El Nuevo Pelayo
En la lid, valiente y fiero,
Y al resplandor de su acero
No ha de quedar lacayo.
Y luego vendrá La Paz
Que todos tanto anhelamos,
Y ya no tendremos amos
Que nos mientan libertad.
Como un Apagador bueno,
El incendio sofocado,
No han de mirarlo inflamado
Los que gozan en el cieno.
¡Viva la prensa carlista!
Látigo de la mentira,
Que ya todo el mundo admira
Al gran partido realista.
D. Casillas, Círculo Tradicionalista Celedonio de Jarauta.
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