***Esta es la cuarta entrega del ensayo titulado «Hacia una Filosofía del Carlismo» «Towards a Philosophy of Carlism» traducido al inglés por el Círculo Carlista Camino Real de Tejas. La Esperanza lo está publicando todos los sábados comenzando por la introducción y primera parte el día 24 de julio, la segunda el 31 de julio, llegando la semana pasada a la tercera parte sobre los conceptos de reacción e instauración.***
Versión en inglés
The foundation not only finds its roots in the metaphysics of being, but rather, these can be found more deeply in the mystery of incarnation. When Saint Peter talks about Christ, he is not referring, generally speaking, to the thirty-three years that our Lord lived on this earth: but rather to the mystical body that fills the world with the Spirit as He draws everything towards him thus, by way of it, every man and every being become part of the body whose head is Christ. This incorporation of the whole of creation in Christ is a true act of foundation, and this is where we find, I believe, the most profound meaning of this term which ranks so prominently and appropriately among the vocabulary of Carlism.
Foundation is the recovery of a harmony that was lost, as a father finds his image and prolongation in his son. Yet this foundation or renovation must not simply rebuild and repeat what existed in a mythical age that is now lost. This foundation is the reunification and the renovation of all the things in Christ, thus meaning the transfiguration and glorification of all the beings, now incorporated as members of the Body of Christ. This latter stage will be preferable to the former. Does not the Church on Holy Saturday sing “happy guilt”, to the original sin that made such a glorious redemption possible? This aspect of founding and renovating everything in Christ, in the social and political order, is Carlism, a joint corporate act of making flesh in time the inheritance of Christianity.
The traditional monarchy advocated by Carlism cannot be understood strictly under classical or rationalistic terms. Rationalism cannot fit the concept of a traditional and popular monarchy within a clear, coherent and distinct framework, as an idea or essence that can be grasped in a manner that is strictly scientific. The Traditional monarchy due to its legitimate character encompasses two dimensions that rest outside the rationalistic and liberal mind, namely, the dimensions of space, and love. As a legitimate son receives from his father and in turn transmits to his, time is interwoven in the comprehension of a Traditional Monarchy. But, rationalism due to its abstract character and hence unreal, cannot grasp all of this. It must enclose monarchy within a mathematical framework to say that it’s the government of One. Once confined to this inhuman cage, the rationalistic mind believes that it has fathomed the essence of the monarchy. It has accomplished an essence, an idea, that much is true, but it has not achieved the Traditional Monarchy, which is a reality, not a platonic concept.
Second, the legitimacy of the Traditional Monarchy transcends mere rationality because it embraces love. As the father loves his son, and the son his father, so do the people love the King, and the King its people. This bind, through love, finds its roots in the common good. A common good that is merely classical and pagan will contempt itself with a society that is virtuous, and this virtue identifies, ultimately with the magnanimity of Aristotle, a magnanimity that can be found within the aristocracy. However, a common good that is Christian, even as it doesn’t deny the civic virtues of the classical world, it transcends them with the aim of achieving the end of existence: love, of which its most accurate symbol is the Sacred Heart. The King in its people, the people in its reign, its reign in their jurisdictions, the jurisdictions in the families, the families in their fathers, the fathers in Christ, Christ in the Father and everything in and for the Holy Spirit. This is the Traditional Monarchy, Carlism, whose Volunteers always wore and will wear their red beret out of Love. And all of this is simply incomprehensible within a philosophy that is cut off from the roots of being and the theology of the Incarnation.
Frederick D. Wilhelsem
versión original en castellano
Pero la instauración no solamente encuentra sus raíces dentro de una metafísica del ser, sino que también las encuentra, más profundamente, en el Mensaje de la Encarnación. Cuando san Pablo habla de Cristo, no se refiere generalmente a los treinta y tres años que Nuestro Señor vivió en este mundo; se refiere más al Cuerpo Místico que llena el mundo con el Espíritu mientras que Él lo atrae todo hacia sí, de modo que cada hombre y cada ser quedan convertidos en miembros del Cuerpo cuya Cabeza es Cristo. Esta incorporación de toda la creación en Cristo es un verdadero acto de instauración, y aquí encontraremos, creo yo, el más profundo significado de este término que figura en forma tan preeminente y tan justificada en el vocabulario del Carlismo.
Instauración, es la recuperación de una unidad perdida, como un padre encuentra su imagen y prolongación en su hijo. Pero esta instauración o renovación no debe simplemente reconstruir y repetir lo que sucedió en una edad mítica ya perdida. Esta instauración es la reunificación y la renovación de todas las cosas en Cristo, y por ello significa la transfiguración y la glorificación de todos los seres, ahora incorporados como miembros al Cuerpo de Cristo. Y este último estado será preferible al primero. ¿No canta la Iglesia en Sábado Santo al pecado original «feliz culpa», que hizo posible tan gloriosa redención? Este sentido de instaurar y renovar todo en Cristo, en el orden social y político, es el Carlismo, un acto corporativo de hacer carne en el tiempo la herencia de la Cristiandad.
La Monarquía Tradicional predicada por el Carlismo no puede ser entendida en términos estrictamente clásicos o racionalistas. El racionalismo no puede encajar el sentido de la monarquía popular en un claro y distinto marco conceptual, como una idea o esencia que pueda ser penetrada de modo estrictamente científico. La Monarquía Tradicional a causa de su carácter legítimo, abarca dos dimensiones que caen fuera de la mente racionalista y liberal, a saber, la dimensión del tiempo y la del amor. Como un hijo legítimo recibe de su padre y transmite al hijo suyo, el tiempo se intercala dentro de una comprensión de la Monarquía Tradicional. Pero un racionalismo, por su carácter tan abstracto y por lo tanto irreal, no puede captar nada de eso. Tiene que meter la monarquía dentro de un cuadro matemático diciendo que es el gobierno de Uno. Una vez colocada en esta jaula inhumana, la mente racionalista piensa que ya ha logrado la esencia de la monarquía. Ha logrado una esencia, una idea, eso sí, pero no ha logrado la Monarquía Tradicional, la cual, es una realidad y no una idea platónica.
En segundo lugar, la legitimidad de la Monarquía Tradicional transciende lo meramente racional porque alcanza el amor. Como el padre ama a su hijo y el hijo a su padre, también el pueblo ama al Rey y el Rey al pueblo. Este vínculo a través del amor encuentra sus raíces en el bien común. Un bien común meramente clásico y pagano se contenta con que el pueblo sea virtuoso, y esta virtud se identifica, en último término, con la magnanimidad de Aristóteles, una magnanimidad encontrada dentro de una aristocracia. Pero un bien común cristiano, aunque no niega las virtudes cívicas del mundo clásico, las trasciende a fin de lograr el corazón de la existencia: el Amor, cuyo símbolo más acertado es el Sagrado Corazón. El Rey en el pueblo y el pueblo en sus reinos, sus reinos en sus fueros, sus fueros en sus familias, las familias en sus padres, sus padres en Cristo, Cristo en el Padre y todo en y por el Espíritu. Esto es la Monarquía Tradicional, el Carlismo cuyos voluntarios siempre podrían y pondrán la Boina Roja por Amor. Y todo esto es sencillamente incomprensible dentro de una filosofía de la política cortada de las raíces del ser y de la teología de la Encarnación.
Frederick D. Wilhelsem