Durante su estancia en la Península, Carlos Javier uno de los sobrinos díscolos de S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón, ha protagonizado una serie de lamentables actividades que, por desgracia para la reputación del apellido, no resultan ya sorprendentes entre los carlistas.
Nos referimos, entre otros acontecimientos, a su visita a los proyectos sociales de la Fundación Pere Closa. Los hechos se han publicado tanto por la Fundación oficialmente como por uno de sus responsables, un «reverendo anglicano» miembro de una secta denominada «Iglesia Española Reformada Episcopal», fundada por protestantes anglicanos en el siglo XIX y perteneciente a la «Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España» y el «Consejo Mundial de Iglesias».
Esta Fundación, según su sitio web, abandera la defensa del derecho «a nuestra propia diferencia cultural» y «a la diferencia por razón de género, religión, orientación sexual y pensamiento»; también promociona valores como la «diversidad», la «profesionalidad», la «interculturalidad» y los consabidos derechos humanos y el medio ambiente. Todo en la línea de la Agenda 2030 que Carlos Javier apoya ostensiblemente.
En la doctrina tradicionalista, la lealtad se predica de súbditos a reyes y de reyes a predecesores; esa lealtad es el núcleo del vínculo moral sobre el que se constituye el cuerpo social del reino. De este modo, el pueblo carlista cifra su pervivencia en la continuidad dinástica que actualiza los deberes de lealtad entre unos y otros. Los actos de Carlos Javier evidencian la ausencia de cualquier tipo legitimidad y excluyen de ese cuerpo social a quienes obstinadamente lo presentan como príncipe carlista. Carlos Javier se enfrenta a los gravísimos deberes del honor, que le exigen dar un paso atrás, despreciar la connivencia de intereses ajenos a nuestra Causa y reconocer la legitimidad de Su Alteza Real Don Sixto Enrique de Borbón.
Parafraseando a Aparisi y Guijarro podemos decir que la legitimidad es intolerante, porque es una. En la eternidad sólo hay un Dios, en el cielo un sol y en un trono no caben dos reyes.
Agencia FARO