Nacida entre Chillón, Rímac y Lurín. Lima, hija de Pizarro y de Pachacámac. Bautizada tras la Conquista, como la Ciudad de los Reyes. Elegida por su exacta cercanía al mar, lo suficientemente cerca para recibir sin demora las embarcaciones, lo suficientemente lejos para prevenir ataques foráneos.
La historia prehispánica de Lima nos remonta a los tiempos de los santuarios Pachacámac y Lati. De cuando el valle del Rímac era habitado por un pueblo de nativos que sin tener el motivo de hacerlo, legó su cultura a la actual capital del Perú.
Lima debe su nombre a la deidad Limaq, un dios antiquísimo de la etnia Ichma, ubicada en el valle mucho antes de la llegada de los españoles.
Ugarte Eléspuru abre otra posibilidad para rastrear el origen del nombre de la ciudad, en su obra «Lima y lo limeño» (1966), apunta que los términos «Limac-limac o Limac-huayta» denominan a una flor en lengua aymara. Por esa razón Ugarte Eléspuru define a Lima como «Ciudad de aroma floral y nombre con eufonía frutal».
Los españoles del siglo XVI sabían que se hallaban bajo la guía de la Providencia. Los hechos suceden con permiso de la voluntad divina y los principales acontecimientos durante la conquista se encomendaban a una advocación religiosa.
Así Lima recibió el nombre de Ciudad de los Reyes en honor a los Reyes Magos, cuyo día de celebración es el 6 de enero y cuyas tres coronas orlan el escudo de armas de la ciudad, el cual, con algunas variantes, sigue manteniendo también la estrella de Belén.
Lima no es el único ejemplo de un término de origen prehispánico. San Juan de Lurigancho, distrito de Lima Metropolitana, debe su nombre a la fortaleza de los Ruri Kancho ubicada en las alturas del distrito. Distritos como Ate, nombre derivado probablemente de la voz aimara Late, de tiempos pre-incas. El gentilicio «chalaco», que refiere a personas originarias del Callao, proviene de «Chalaku» y alude a los habitantes de la región «chala» ubicada en la costa peruana.
La Lima actual, heredera de lo criollo, lo criollo de Pancho Fierro, de un antes y después, en medio, un siglo de las masas. Una ciudad que combina épocas, costumbres y vivencias en tan poco espacio para lo que en ella vive. Sigue siendo ese lugar de puentes y alamedas como decía Chabuca Granda. Ciudad que, a pesar del cosmopolitismo, aún conserva su devoción y la vive cada octubre al pasear al Cristo moreno. Ciudad vieja, que ha experimentado el terror de los conflictos tanto internos como externos, en sus suelos descansan.
Un feliz aniversario para esta ciudad, hogar de casi 10 millones de personas que viven diferentes realidades, cada uno por su camino, conformando a Lima como una entidad en su conjunto. Donde se contemplan aún rasgos de una tradición que desconoce, pero que la conforma desde la raíz. No desde ahora ni hace 10 años, sino que ya hace 487 años.
Giorgio Belfiore, Círculo Tradicionalista Blas de Ostolaza