Ceuta, Melilla y el conflicto de Ucrania

Biden acompañado por Pedro Sánchez. Agencia FARO

En estas últimas semanas resulta habitual que los muy sistémicos voceros de la derecha española (por ejemplo, un locutor de la emisora perteneciente a la vaticanosegundona Conferencia Episcopal) aplaudan bobaliconamente, a propósito del conflicto de Ucrania, la sumisión de España a la OTAN bajo el pretexto de la posible ayuda que esta organización le proporcionaría en el caso de un enfrentamiento militar con Marruecos a cuenta de Ceuta y Melilla.

Pero consideraciones de esta índole chocan de bruces con la lógica geoestratégica y, sobre todo, con la realidad. No hay mayor muestra de debilidad hacia tu enemigo —en este caso Marruecos— que exagerar en política exterior el papel de lacayo que uno tiene asignado (recordemos el episodio ocurrido hace unos meses del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, mendigando la atención de Joe Biden en un pasillo). En ese sentido, los recientes ofrecimientos por parte de España a la OTAN de enviar dos buques al Mar Negro y de desplegar cazas de combate en Bulgaria —sin que nadie lo solicitase—, han sido respondidos ipso facto por la monarquía alauí dejando de reconocer las fronteras de Ceuta y Melilla (la palabra frontera ha sido sustituida por puerta —puerta de entrada—).

La derecha, anclada en categorías políticas que ya olían a naftalina incluso en la Guerra Fría (¿por qué lo llaman marxismo cultural y socialcomunismo cuando en puridad se trata de liberalismo cultural y liberprogresismo?), es incapaz de entender que la OTAN y Estados Unidos no son la solución sino el problema. La OTAN no incluye a Ceuta y a Melilla bajo su paraguas militar, países como Reino Unido y Francia colaboran militarmente con Marruecos y, sobre todo, Estados Unidos considera a Marruecos su socio preferente en la zona. España se encontraría sola a la hora de defenderse de su enemigo norteafricano.

Un enemigo que es, además, alimentado regularmente por fondos de la Unión Europea con el supuesto objetivo de que ejerza de cierto tapón frente a las olas migratorias, ya sea de refugiados o del África negra. Pero para Marruecos la inmigración no es más que un instrumento de su política exterior utilizado para chantajear a las acomplejadas democracias europeas, particularmente a la española. En relación con la inmigración, Marruecos desde hace años ha venido procurando la llegada de población musulmana a Ceuta y Melilla con la vista puesta en instigar futuros referendos de autodeterminación en las dos plazas españolas.

En definitiva, el lugar en el mundo que la inercia de la Revolución ha deparado a España no puede ser más lamentable. A esa circunstancia hay que añadirle la desgracia de padecer unos gobernantes, a derecha e izquierda, claro, sin amor propio ni dignidad, encantados en su función de agradadores de la OTAN, que es lo mismo que decir Estados Unidos, que, a su vez, es lo mismo que decir el complejo militar-industrial de las Lockheed Martin, Boeing, Northrop Grumman, Raytheon Technologies, General Dynamics y demás compañeras mártires.

Gastón J. Guezmindo, Círculo Cultural Antonio Molle Lazo