El 25 de mayo de 1809 tuvo lugar una serie de acontecimientos que en la historiografía convencional —al menos la boliviana— se conoce como «el primer grito libertario de América». Fue protagonista de estos hechos la ciudad de Charcas, también llamada Chuquisaca, La Plata y hoy Sucre.
Se tiene por sentado que esta Revolución benefició a la población y que era necesario que acontezca: autoridades injustas contra insurrectos justos. Esta interpretación de las cosas se da tanto en los independentistas como en los continuistas. Mientras que los primeros reducen el pasado virreinal a algo «colonial», los segundos, proclamando la grandeza de los virreinatos, aseguran que las secesiones hispanoamericanas continuaban la tradición frente a una corona española «afrancesada».
No nos parece que ambas visiones de las cosas se acerque lo suficiente a la realidad. Sin embargo, para evitar análisis macizos y difíciles de leer, vamos a sintetizar los problemas fundamentales en torno a la interpretación hegemónica de estos acontecimientos. Lo haremos revisando dos dimensiones: los principios y los hechos.
Para abordar los principios que motivaron esta Revolución, basta revisar algunas fuentes clave que nos permitan, si no plantear la refutación, por lo menos señalar el problema. Por un lado, el historiador Enrique Finot asegura en su libro Nueva historia de Bolivia: «Hay pruebas de que, a principios del siglo XIX, La Plata era un foco de inquietud intelectual que irradiaba anhelos de libertad por todos los ámbitos del virreinato».
En este sentido, los intelectuales que se paseaban por esta ciudad bebían del liberalismo, ideología que se nutre de diversos errores filosóficos: naturalismo, racionalismo, voluntarismo, iluminismo… Y, por supuesto, todos estos errores fueron recogidos y propagados por la secta de los masones.
Esta idea fundamental la confirma Guillermo Francovich en su libro La filosofía en Bolivia. El ensayista señala que la escolástica agonizaba a comienzos del siglo XIX en la Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca, debido a que estudiantes y profesores se sentían más atraídos por las novedades; concretamente, por el liberalismo.
De acuerdo a Francovich, las principales influencias en esta casa superior de estudios fueron los enciclopedistas de la Ilustración francesa, leídos sobre todo por los estudiantes. También tuvo que ver el padre Benito Feijoo, cuya obra se difundía bastante en la Real Audiencia de Charcas.
Asimismo, el ensayista indica, tomando como fuente a Carlos Ibarguren, que el caudillo revolucionario Bernardo de Monteagudo pronunció un discurso revelador el 13 de enero de 1812 para inaugurar la Sociedad Patriótica y Literaria de Buenos Aires. En esta proclama, se establece al pueblo como fuente de soberanía y a la ley positiva como fuente de autoridad, y se glorifica a la Ilustración como garante de la felicidad.
Además, Francovich afirma que 14 de los 28 diputados que proclamaron la independencia del Río de la Plata estudiaron en Chuquisaca. Puntualmente, los universitarios realizaban reuniones secretas en la Academia Carolina después de que el oidor de la Audiencia de Charcas se retiraba. Los estudiantes conversaban sobre diversos temas de coyuntura siguiendo las ideas ilustradas.
Leámoslo con las propias palabras del renombrado escritor: «La idea de la independencia y la forma democrática que adoptó el país, después de quince años de guerra con los españoles correspondían a las doctrinas asimiladas por los universitarios chuquisaqueños en las páginas del Contrato Social.» Además, revela: «Los fundadores de la República y los hombres que se encargaron de consolidarla, recibieron del enciclopedismo su fe en los ideales republicanos y en la eficacia de la ilustración, su confianza romántica en las virtudes de la humanidad y el culto de los derechos del hombre.»
Moreno, Castelli, Monteagudo, Quiroga, Álvarez y Zudáñez son algunos de los cabecillas secesionistas que se formaron en las aulas de la Universidad San Francisco Xavier. Entonces, cabe preguntarnos: ¿realmente podemos hablar de una ‘independencia’ fiel a la tradición política hispánica? ¿O fue más que nada una efusión de principios fuertemente liberales que rompieron con esa tradición?
(Continuará)
E. Zúñiga, Círculo Tradicionalista San Juan Bautista.