Anacleto González Flores

WE NEED THE IMPRUDENCE OF CHRISTIAN AUDACITY / NECESITAMOS LA IMPRUDENCIA DE LA OSADÍA CRISTIANA

Anacleto González Flores

(Versión en español más abajo)

Today, July 13th, is the 135th anniversary of the birth of one of the great martyrs of the Cristiada, Bl. Anacleto González Flores. He was born on this day in 1888 in, Tepotitlán, in a stubbornly Catholic region of Jalisco known as the Hill Country. He was a great defender of the rights of Christ the King, and an outstanding role model for any catholic man to follow. Indeed, he has been named the patron saint of the laity. Much has already been said about his life and deeds.

In honor of his birthday, I would like to share with you a speech that he gave to the catholic laity in Mexico in the years preceding the Cristiada. This speech was directed at that specific audience, but I feel that it is appropriate for the Catholics of Texas and those throughout The Spains given our current circumstances. This talk was titled «Catholic Mexico, Awaken from your Slumber» and can be found in the book Arquetipos Cristianos written by P. Alfredo Sáenz, SJ.

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Many Catholics are unaware of the gravity of the moment and above all, of the causes of the disaster; they ignore how the three great enemies, Protestantism, Freemasonry and the Revolution, are working tirelessly and with an alarming and well-organized program of action.

These three enemies are defeating Catholicism on all fronts, at all times and in every possible way. They are fighting in the streets, in the squares, in the press, in the workshops, in the factories, and in the homes. We are dealing with total war; they have unsheathed their swords and deployed their battalions everywhere. This is a fact. Christ does not reign in the streets, in schools, in parliament, in literature, in universities, in the public and social life of the Fatherland. It is the devil who reigns there. In all those environments, one inhales the breath of Satan.

And what do we do? We have contented ourselves with praying, going to church, practicing some acts of piety, as if this were enough «to counteract the immense conspiracy of the enemies of God.» We have left everything else to them, the streets, the press, and the professorships at the various levels of education. In none of these places have they encountered any serious opposition. And if sometimes we have acted, we have done so poorly, so feebly, that it can be said that we have not fought. We have sung in the churches but we have not sung to God in the schools, in the square, in the parliament, putting Christ in a corner for fear of the environment.

To reduce Catholicism to a secret supplication, to a meditative complaint, to fear and trembling before the public powers «while they kill the national soul and make mincemeat of the Fatherland, is not only cowardice and excusable disorientation, it is a religious, public and social historical crime, which deserves all denunciations.»

… Souls suffer from spiritual dwarfism and anemia. We have become like beggars, he affirms, waiving the right to be masters of our own destinies. We have been evicted from everywhere, and everything has been abandoned.

Until now, almost all of us Catholics have done nothing but ask God to do, to work, to accomplish, to do something or everything for the good of the Church in our Fatherland. Therefore, we have limited ourselves to praying, waiting for God to work. And all this under the mask of an alleged «prudence». We need the imprudence of Christian audacity.

Catholics in Mexico have lived in isolation, without solidarity, without firm and stable cohesion. This encourages the enemy to the point that even the most disgruntled policeman believes himself authorized to beat up a Catholic, knowing that the others will just shrug their shoulders. Moreover, there are not a few Catholics who dare to call imprudent the one who knows how to assert his rights in the presence of his persecutors. It is necessary that this situation of isolation, of estrangement, of national scattering, end once and for all. And that as soon as possible we think in a serious way that we are all Catholics of our Fatherland, not just a bunch of particles without union, but an immense body that has a single program, a single head, a single thought, a unifying banner of organization to confront the persecutors.

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I would also like to leave you with a prayer composed by Bl. Anacleto, that he recommended be added to the end of your daily rosary.

«Merciful Jesus! My sins are more than the drops of blood You shed for me. I do not deserve to belong to the army that defends the rights of Your Church and fights for You. I wish I had never sinned so that my life would be a pleasing offering in Your eyes. Wash me from my iniquities and cleanse me from my sins. Through Your holy Cross, through my Most Holy Mother of Guadalupe, forgive me, I have not known how to do penance for my sins; that is why I want to receive death as a deserved punishment for them. I do not want to fight, nor live, nor die, but for You and for Your Church. Holy Mother of Guadalupe, accompany this poor sinner in his agony. Grant that my last cry on earth and my first canticle in heaven may be ¡Viva Cristo Rey!»

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(Versión en español)

Hoy, 13 de julio, es el 135º aniversario del nacimiento de uno de los grandes mártires de la Cristiada, el Beato Anacleto González Flores. Nació en el año 1888 en Tepotitlán, en una región muy católica en Jalisco conocida como Los Altos. Fue un gran defensor de los derechos de Cristo Rey y un destacado modelo a seguir para cualquier hombre católico. De hecho, ha sido nombrado como patrón de los laicos. Mucho se ha dicho ya sobre su vida y sus obras.

Con motivo de su cumpleaños, me gustaría compartir con todos ustedes un discurso que pronunció ante el laicado católico de México en los años que precedieron a la Cristiada. Este discurso fue dirigido a esa específica audiencia, pero siento que es apropiado para todos los católicos de Tejas y aquellos a lo largo de Las Españas dadas nuestras circunstancias actuales. Este discurso se tituló «México Católico, Despierta de tu Letargo» y se puede encontrar en el libro Arquetipos Cristianos escrito por el P. Alfredo Sáenz, SJ.

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Muchos católicos desconocen la gravedad del momento y sobre todo las causas del desastre, ignoran cómo los tres grandes enemigos, el Protestantismo, la Masonería y la Revolución, trabajan de manera incansable y con un programa de acción alarmante y bien organizado.

Estos tres enemigos están venciendo al Catolicismo en todos los frentes, a todas horas y en todas la formas posibles. Combaten en las calles, en las plazas, en la prensa, en los talleres, en las fábricas, en los hogares. Trátase de una batalla generalizada, tienen desenvainada su espada y desplegados sus batallones en todas partes. Esto es un hecho. Cristo no reina en la vía pública, en las escuelas, en el parlamento, en los libros, en las universidades, en la vida pública y social de la Patria. Quien reina allí es el demonio. En todos aquellos ambientes se respira el hálito de Satanás.

Y nosotros, ¿qué hacemos? Nos hemos contentado con rezar, ir a la iglesia, practicar algunos actos de piedad, como si ello bastase «para contrarrestar toda la inmensa conjuración de los enemigos de Dios». Les hemos dejado a ellos todo lo demás, la calle, la prensa, la cátedra en los diversos niveles de la enseñanza. En ninguno de esos lugares han encontrado una oposición seria. Y si algunas veces hemos actuado, lo hemos hecho tan pobremente, tan raquíticamente, que puede decirse que no hemos combatido. Hemos cantado en las iglesias, pero no le hemos cantado a Dios en la escuela, en la plaza, en el parlamento, arrinconando a Cristo por miedo al ambiente.

Reducir el Catolicismo a plegaria secreta, a queja medrosa, a temblor y espanto ante los poderes públicos «cuando éstos matan el alma nacional y atasajan en plena vía la Patria, no es solamente cobardía y desorientación disculpable, es un crimen histórico religioso, público y social, que merece todas las execraciones».

…. Las almas sufren de empequeñecimiento y de anemia espiritual. Nos hemos convertido en mendigos, afirma, renunciando a ser dueños de nuestros destinos. Se nos ha desalojado de todas partes, y todo lo hemos abandonado.

Hasta ahora casi todos los católicos no hemos hecho otra cosa que pedirle a Dios que Él haga, que Él obre, que Él realice, que haga algo o todo por la suerte de la Iglesia en nuestra Patria. Y por eso nos hemos limitado a rezar, esperando que Dios obre. Y todo ello bajo la máscara de una presunta «prudencia». Necesitamos la imprudencia de la osadía cristiana.

Los católicos de México, han vivido aislados, sin solidaridad, sin cohesión firme y estable. Ello alienta al enemigo al punto de que hasta el más infeliz policía se cree autorizado para abofetear a un católico, sabiendo que los demás se encogerán de hombros. Más aún, no son pocos los católicos que se atreven a llamar imprudente al que sabe afirmar sus derechos en presencia de sus perseguidores. Es necesario que esta situación de aislamiento, de alejamiento, de dispersión nacional, termine de una vez por todas, y que a la mayor brevedad se piense ya de una manera seria en que seamos todos los católicos de nuestra Patria no un montón de partículas sin unión, sino un cuerpo inmenso que tenga un solo programa, una sola cabeza, un solo pensamiento, una sola bandera de organización para hacerles frente a los perseguidores.

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También me gustaría dejarles con ustedes una oración compuesta por el Beato Anacleto, que él recomendó añadir al final del rosario que deberían estar rezando diario.

«¡Jesús misericordioso! Mis pecados son más que las gotas de sangre que derramaste por mí. No merezco pertenecer al ejército que defiende los derechos de tu Iglesia y que lucha por ti. Quisiera nunca haber pecado para que mi vida fuera una ofrenda agradable a tus ojos. Lávame de mis iniquidades y límpiame de mis pecados. Por tu santa Cruz, por mi Madre Santísima de Guadalupe, perdóname, no he sabido hacer penitencia de mis pecados; por eso quiero recibir la muerte como un castigo merecido por ellos. No quiero pelear, ni vivir ni morir, sino por ti y por tu Iglesia. ¡Madre Santa de Guadalupe!, acompaña en su agonía a este pobre pecador. Concédeme que mi último grito en la tierra y mi primer cántico en el cielo sea ¡Viva Cristo Rey!».

Jacquelyn ScullinTraditionalist Carlist Margaritas.

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