Crónica de la jornada de formación política: «De la persona al personalismo»

INTERVINIERON EL PADRE TOMÁS MINGUET, JUAN OLTRA Y JAVIER FERNÁNDEZ SANDOVAL

Un momento de la ponencia

El pasado 9 de septiembre tuvo lugar jornada inaugural del curso 2023-2024 del Círculo Alberto Ruiz de Galarreta. Una serie de tres conferencias dedicadas al personalismo, como doctrina opuesta al pensamiento tradicional. Los tres ponentes fueron el padre Tomás Minguet, Juan Oltra y Javier Fernández Sandoval. La jornada terminó con un agradable vino español.

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Nociones básicas de antropología clásica, por el padre Tomás:

Dios, creador de todo lo que existe, es principio y el fin de toda criatura. El hombre, como criatura de Dios, es criatura divina. Como el resto de animales, el hombre es creado en unidad de cuerpo y alma, pero con una diferencia sustancial. Es un animal creado a imagen y semejanza de Dios. Como animal, el hombre posee pasiones y apetitos, pero como imagen de Dios, posee inteligencia y voluntad en virtud de las cuales puede ordenar sus apetitos conforme a Dios, su fin último. El fin último de todo hombre es el cielo o visión beatífica, en virtud del cual orienta sus fines próximos en esta vida, cumpliendo los mandamientos y la voluntad de Dios. El hombre es creado con un sexo determinado: por voluntad divina, o es varón o es mujer. Además de sexuado, el hombre es social por naturaleza. Dios creó al hombre como un ser social necesitado de otros hombres para ser plenamente hombre. Este hombre está herido por el pecado original, pero no corrupto. Y siempre le será posible no pecar, especialmente con la ayuda de la gracia. El pecado original también volvió mortal al hombre, despojándolo de su inmortalidad edénica. Sin embargo, en Su providencia, Dios intervino en la historia para salvar a la humanidad del pecado. Se  hizo hombre gracias al fiat de la Santísima Virgen María; vivió entre nosotros, padeció, murió y resucitó, y así obró la Redención del hombre. Jesucristo el Señor abrió las puertas del Cielo por nosotros. Desde entonces, el hombre evangelizado sabe que su fin último se identifica con ir al Cielo, con la contemplación cara a cara de Dios. Pero no puede entrar de cualquier modo: debe entrar justificado. Es decir, renacido por el bautismo y en constante perfeccionamiento vía cultivo de las virtudes. Necesariamente de las teologales, complementadas por las cardinales y asociadas. ¿Cómo se es perfecto? Siendo otro Cristo. El ideal de perfección humana es Jesucristo. Crecer en la virtud aumenta nuestra semejanza a Cristo, “crecer” en vicio la disminuye. Ahora bien, dijimos que el hombre es un animal social por naturaleza. Por lo mismo, su virtud y su vicio no sólo impactan en el grado de perfección de sí mismo, también impactan en el grado de perfección del resto de hombre componentes de la sociedad. De manera que toda acción moral es una acción social, una acción política. La virtud personal se ordena a alcanzar a Dios como nuestro fin último; pero como la virtud personal tiene un impacto político, resulta que también es un medio para alcanzar mi fin último y para ayudar al resto de hombres a alcanzarlo. Es decir, Dios en tanto que fin último de todos los hombres de una sociedad es el bien común de todos ellos. Así, la naturaleza política del hombre le inclina de suyo a promover el bien común de su sociedad, a facilitar la salvación de todos. Éste es un brevísimo resumen de algunos puntos nodales de la filosofía cristiana. Frente a ella encontramos el personalismo, una doctrina (post)moderna que escinde la dimensión política de toda acción humana.

La persona, ¿un fin en sí misma? De la dignidad clásica a la “dignidad” personalista, por Juan Oltra:

Hasta ahora hemos hablado del hombre, que es una de las realidades personales que hay, junto a las personas divinas y las personas angélicas. Nos centramos en las humanas. Persona humana, según Boecio y los clásicos, se define como: sustancia individual de naturaleza racional.  Dijimos que el hombre es social o político por naturaleza, en virtud de los cual todas sus acciones le afectan a él y a su sociedad. En este sentido cada hombre es parte de la sociedad como un todo. Y su bien particular se articula en el bien común. Y aquí como irrumpe el personalismo: oponiendo bien particular, bien personal y bien común.

Uno de sus principales expositores fue J. Maritain, y sus tesis principales son: primero, una cosa es el hombre-individuo, sometido a las leyes materiales y positivas; otra cosa es el hombre-persona, absolutamente libre. En el fondo, esta tesis hace de la persona algo hermético a la sociedad, de la que no es parte (pues la persona es un todo). Segundo, Dios se persigue desde la dimensión personal, aislada del resto de la sociedad. Por lo cual, se hace de Dios un bien privado y no un bien común, el cual desaparece del horizonte del hombre. La ausencia de este bien común queda sustituida por el bien general, proveído por el Estado. Resultando en un hombre ligado sólo a su bien privado, enfrentado o sometido al bien general ligado al Estado. Y con la excusa del bien general, el Estado queda “legitimado” para suprimir el bien privado o intervenirlo a voluntad. Como vemos, el personalismo es una doctrina de inspiración directamente kantiana.

En fin, denominador común de las múltiples corrientes personalistas, o consecuencia lógica de sus premisas, es definir a la persona no como sustancia, sino por su capacidad de acción: amar, ayudar, donarse… Disolviendo al propio sujeto, volatilizado lo propiamente personal en los puros fenómenos o, peor aún, en un simple haz de pulsiones.

Repercusiones políticas y jurídicas del personalismo, por Javier F. Sandoval:
Conviene insistir: el personalismo es de raíz liberal, un producto de la Modernidad. Los autores protestantes, radicados en sociedades donde se había roto el orden político cristiano, se vieron en la necesidad de armonizar al individuo con el Estado. Para ello eliminaron la noción de bien común. El resultado fue una escisión entre bien privado (cuestión individual) y bien público (cuestión estatal), que introducía una tensión irresoluble: ¿qué prima, el bien privado o el público? Desde Hobbes hasta la Segunda Guerra Mundial, la Modernidad osciló hacia la subordinación del bien privado al bien público. Esto cambió después de la guerra, cuando se empezó a hablar de un “nuevo pacto”. John Rawls, filósofo estadounidense, identificó las repercusiones totalitarias que tuvo someter el bien privado al bien público, y decidió proponer una inversión de la jerarquía. El primer problema político surgido del personalismo fue la exaltación del bien privado sobre el bien público. Según Rawls, si la primacía del bien público resultó en totalitarismo, habría que primar el bien privado. Pero un bien privado restringido por el Estado, a fin de no caer en la anarquía. ¿Cómo legitimar las restricciones estatales en la sociedad? Integrando la libertad de todos para satisfacer sus pretensiones. El resultado es un Estado cada vez más diluido por integrar a los históricamente excluidos.

El segundo problema político fue restringir el carácter de realidad a aquello funcional al bien privado de los individuos, pues las cosas importan en tanto en cuanto sirven para satisfacer el proyecto de vida del hombre, para su personalización.

El personalismo también es problemático en el ámbito del derecho. En primer lugar, fue doctrina muy influyente en la elucubración ideológica de los derechos humanos, entendidos como las garantías de las pretensiones de la persona. Las garantías se refieren a la comprensión de la primera Modernidad del Derecho como ámbito de poder del gobernante. Y las pretensiones se refieren al viraje que los Modernos dieron como reacción al totalitarismo, exaltando la importancia de que cada grupo social pueda realizar sus pretensiones en la sociedad. En el fondo, el personalismo es liberalismo radicalizado. Disuelve a la persona, identificándola con una indeterminada capacidad de autodeterminación; disuelve al individuo, sometiéndolo a un Estado, a su vez, diluido en grupos competitivos por la hegemonía democrática; disuelve la razón, que no se ocupa de entender sino de crear. Frente a la definición clásica de persona: “sustancia individual de naturaleza racional”, el personalismo la define como libertad de autodeterminación. Resultados del personalismo: en España el aborto no es delito porque se entiende que el nasciturus es incapaz de autodeterminación; que no es persona.

Concluyendo, el personalismo es profundamente liberal: en sus falsos principios y en sus consecuencias prácticas. Y el liberalismo consiste en una potencialidad indefinida rebelándose contra su forma definitoria. Así se ve el enlace entre personalismo, divorcio, aborto, homosexualismo, transexualismo, transespecismo, etc.

Círculo C. Alberto Ruiz de Galarreta

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