Estos días han salido a la calle no pocos españoles al grito de «Pedro Sánchez, traidor» (y demás piropos), despertando anhelos y ensoñaciones de todo tipo: desde fantasear con momentos de nuestra historia del siglo XX hasta creer vivir un mayo del 68 a «lo derecha».
Quizá la distancia o la gran asistencia de manifestantes, o quizá el poder ver tanta bandera rojigualda, acompañada de alguna Cruz de Borgoña, hace pensar a más de alguno que sus sueños de derrocamiento del régimen se cumplen, sin esfuerzo por su parte, y sin más colaboración que sumarse a la algarabía callejera (o cabreo: España está a la cabeza en pobreza, paro juvenil, IPC, deuda pública…) con los personales lemas que vierte en las redes sociales a diario (callejuelas virtuales creadas por el viejo algoritmo Edge Rank).
¿Pero sabe el españolito medio a dónde va?
Ahí tenemos el venerable abuelo, cuya imagen tenemos todos aún en la retina, sentado en el portón de la ambulancia, mascarilla de oxígeno en ristre, sorprendido por que la policía le había impedido seguir manifestándose: «nos están gaseando». ¡A él!, persona de bien, que paga sus impuestos, un hombre decente, de derechas de toda la vida, no como esa chusma, merecedora de todo mal que ahora es beneficiada por los malvados de la izquierda y que no hacen más que profanar esa sacrosanta Constitución que tanta paz y amor reparte a raudales.
El «ciudadano», en esa ignorancia vencible en que navega a diario escuchando la COPE (o Intereconomía) no se ha enterado que vive en una república coronada, donde el parlamento, en virtud de esa constitución, decide lo que le venga en gana. Y ahora no hay, ni más ni menos, que un acuerdo parlamentario entre partidos que se necesitan para perpetuarse en el poder.
La oposición, convocante de este circo, PP y VOX, ante la imposibilidad de tocar bancada azul, se rasga las vestiduras y lanzan sus calzoncillos a las calles y avenidas de las capitales de provincia.
Resumo: partidos constitucionalistas, que han perdido las elecciones (el que no gobierna, es perdedor), convocan manifestaciones a lo largo y ancho del suelo patrio, para defender esa constitución que permite ese pacto, con unas proclamas finales en alabanza y entronización de la susodicha constitución. Todo muy constitucional. Como constitucional son las aberrantes comunidades autónomas, rompedoras de la España natural; como constitucional es abortar; o la ley eugenésica que extermina a los que padecen Síndrome de Down; como amnistiar a terroristas confesos y orgullosos de sus crímenes, premiándolos con la posibilidad de ocupar cargos públicos; como amnistiar al banquero Emilio Botín, creando la «doctrina Botín»; o la doctrina Parot, para que el asesino Henri Parot (de ETA) no pasase (el pobre) tanto tiempo en la cárcel. En fin, creaciones «ad hoc» a un ritmo semestral.
A esto hay que sumar las muy loables intenciones personales/constitucionales de los convocantes.
El líder de la oposición, que ha abandonado su cortijo electoral de Galicia, para tomar Madrid en el auriga de la victoria…se ha estrellado en la acera de Moncloa, y su competidora más cercana, Isabel Díaz Ayuso, afila los cuchillos de Bruto. Ya tiene una edad y se le cuestiona en el partido, y los cuatros años que faltan para las siguientes elecciones… Son muy largos ¿qué hacer? Apoyarse en la calle (en Puigdemont no pudo, y eso que lo alabó afirmando que era «un político que no miente») y dedicarse a la berrea: «¡nuevas elecciones!». Natural, las encuestas dicen que, si se repitiesen, podría salvar el trasero y ser el presi de esta España rota.
¿Abascal? Tras el fracaso electoral con ese resultado pésimo, sólo le queda ondear banderas de todos los colores, y si la gente lleva un morrión, mejor. Y el resto de la magia la hace Amazon: boinas rojas, banderas del Sagrado Corazón, escudos pre/ante/post… Y si rezamos un Santo Rosario por la unidad de España, ya se borda (por la unidad constitucional atea, y por la España del 78).
Lo mejor de estas conglomeraciones son las estadísticas, porque todos, absolutamente todos ayudan al fin: ¡viva la constitución! Que nadie espere nada del tetralema, porque todo es constitucional, aunque no haya derecho reservado de admisión.
¡Qué recuerdos! Aquellas manifestaciones estudiantiles con el Cojo Manteca…que no estaba matriculado en nada.
Roberto Gómez Bastida, Círculo Tradicionalista de Baeza
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