El malthusianismo triunfante

LA NOVEDAD Y LA TRAGEDIA ES QUE ESTE DESPRECIO AL POBRE, QUE HA IDO CARACTERIZANDO CADA VEZ MÁS A LOS NUEVOS RICOS DEL RÉGIMEN LIBERAL, HAYA SIDO ABRAZADO HOY POR TANTOS HUMILDES

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En España pueden escucharse hoy día argumentos infanticidas, tan lacrimosos como hipócritas. Conocidos por todos, son del estilo: «si este niño va a lastrar tal tara o malformación durante su vida, es mejor descartarle». O incluso la falacia pura: «para que sufra en la pobreza, es preferible aniquilarlo antes de que nazca».

Con todo, estas muestras de malthusianismo descarnado resultan extemporáneas, antinaturales, aunque se oigan con frecuencia. Como la podredumbre de un tomate sobre la manzana: se reconoce que es una corrupción ajena, extraña y no propia. No indican la asunción de la ideología malthusiana por la sociedad española en su magnitud justa.

Ésta se desvela mejor las bendiciones sucintas al antinatalismo. La  aceptación generalizada de la justificación económica como causa de nuestra baja natalidad revela que nuestra sociedad se encuentra enferma de esta ideología: la pobre explicación de que las circunstancias son paupérrimas.

Que lo son, no puede negarse. Ahora bien, las generaciones que continuaban la vida de la nación siempre fueron familias humildes y numerosas, familias de pobres. Frente a esta realidad, es habitual ver como pretexto lo que esconde motivos espurios, como la preferencia de una vida individualizada al ritmo de las democracias occidentales. Que se presente el asunto como una catástrofe inevitable lo delata: que se oponga llanamente el argumento como obstáculo insalvable frente a la labor de buscar los medios con que resolverlo.

Entre otras cosas, la excusa esconde la cobardía ante las abnegaciones del matrimonio o de la familia, cuya salud se apoya más en la paciencia y la fortaleza, bienes inmateriales, que en la prosperidad material.

Encontramos aquí ese malthusianismo abrazado o naturalizado, como corrupción propia, degeneración autóctona. Y es que lo esencial del malthusianismo no es la purificación eugenésica, sino la destrucción de la sociedad política natural, atacando principalmente a la institución familiar. El modo en cómo cuajó aquí no fue con los delirios sanguíneos anglosajones, sino como radical desprecio al pobre y a las condiciones de la vida humilde.

Sin demasiada escuela, su origen en el mundo hispánico se instala en un clasismo, sí, pero grosero y caciquista. Se integra en un espíritu pesetero, enfocado en el enriquecimiento como medida de los hombres. Alienta en los sepulcros blanqueados que desprecian secretamente la virtud, que acaso guardan ciertas apariencias de cara a la galería.

La novedad y la tragedia es que este desprecio al pobre, que ha ido caracterizando cada vez más a los nuevos ricos del régimen liberal, haya sido abrazado hoy por tantos humildes. Snob, contracción descriptiva de los que se han hecho ricos pero no tienen nobleza (sine nobilitate), define el alma de las altas clases de los Estados revolucionarios: mercaron la virtud por la riqueza.

Engatusados, hoy innumerables pobres perderán los últimos retazos de prosperidad material por haber dejado de defender el patrimonio más valioso de la virtud.

Roberto Moreno, Círculo Antonio Molle Lazo de Madrid

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