El carlismo no puede ser posibilista

LA COMUNIÓN CONSERVA NO SÓLO LA DOCTRINA POLÍTICA NATURAL Y CATÓLICA INTACTA, SINO QUE CONTINÚA UNA TRADICIÓN POLÍTICA Y JURÍDICA DEFINIDA Y OBJETIVA

Manifestantes ante la sede del PSOE en Ferraz, Madrid, rezando un rosario durante el recuento de las elecciones autonómicas gallegas. EP.

El partido conservador conserva la revolución. Como desde el primer triunfo de ésta (1789) quedaron remanentes fieles en las patrias antes católicas, el conservadurismo se esmeró con una gran colección de tretas para engañar a los súbditos cristianos, a fin de encadenarlos al nuevo régimen.

Sólo por su éxito triste han pervivido los Estados revolucionarios.

La contrarrevolución más sólida de la vieja Cristiandad fue también la más estable y mejor articulada, la Comunión tradicionalista, hoy encabezada por S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón.

Resulta que el carlismo ni es posibilista ni puede serlo. Por su propia condición no puede ser sólo elemento molesto a tal o cual Ejecutivo español, a tal o cual partido. Sólo puede oponerse al régimen en su integridad, porque es inicuo. Le es impropio embarcarse en sopas de siglas erráticas dentro del electoralismo inane, en uniones falsas, con vagos objetivos, con nefastos resultados para la patria.

No le seducen las vacuas pompas temporales del fango posibilista. Sabe que a río revuelto, ganancia de pescadores y no quiere ser pescado, limpiado y vendido. ¿Por qué motivos la Comunión Tradicionalista no puede ser posibilista?

En primer lugar porque conserva en su raíz la requerida mirada sobrenatural: la política sólo puede determinarse como una extensión de la caridad. Esto define la doctrina moral y política católica. El cristiano se mueve por amor a Dios y busca la virtud y santidad del prójimo. En estos deberes con el prójimo se cifra el fin de la política.

Por otra parte, la Comunión conserva no sólo la doctrina política natural y católica intacta, sino que continúa una tradición política y jurídica definida y objetiva. Un cuerpo de doctrina y unas vías prácticas que son las que son. Desde luego, su aplicación a la circunstancia requiere prudencia, pero no invención, y esta excelencia es reacia a las bagatelas y bálsamos de Fierabrás de todo linaje.

Además, recoge y encarece la crítica que la Tradición magisterial de la Iglesia ejerce conta el accidentalismo político: no, la forma de los regímenes no es neutra. La monarquía es objetivamente mejor para la realización de un orden cristiano que cualesquiera otros.

Como consecuencia de todo lo anterior, la Comunión encarna una práctica política que compromete la honestidad. Sí, hay que conspirar; sí, hay que emplear la prudencia santa, no ser ilusos. Pero hay medios, tretas, atajos, engaños, injusticias que un católico no puede aceptar. Y lo más habitual es que no conduzcan a ningún éxito político, como demuestra la experiencia y la Historia. El posibilismo es una receta de fracaso constatado.

Porque, como recalca Alfonso María de Ligorio, el mundo sabe prometer, pero no sabe cumplir. Y el mundo moderno sabe prometer con un extra de persuasión.

Roberto Moreno, Círculo Antonio Molle Lazo de Madrid

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