La conquista del Sánchez encantador (y IV): ¿Falcón – Falcon = Azor?

NECESITAMOS ROJAS IMPENITENTES DE LA VIEJA ESCUELA PARA HACER FRENTE A LAS ROJAS IMPENITENTES DE LA NUEVA ESCUELA

Elizabeth Duval

Habíamos dejado a los villanos de la película Disney en que se ha convertido el panorama político español desinflándose como gaitas desafinadas en su fútil carrera por tomar al asalto La Moncloa del Sánchez Encantador. Y, sin embargo, hoy me siento, más que como alguna suerte de héroe que parte a combatir con dragones y brujas, un poco como Groucho Marx. Siempre sospeché que había entre nosotros más semejanzas de las que me gustaría reconocer, pero nunca pensé que, tan pronto en mi vida, me atrevería a decir que, como Groucho, también yo soy ya tan viejo como para haber visto cosas que muchos de mis lectores ni siquiera sospechan.

Resulta que, cuando la encantadora Doris Day comenzó a gozar de una fama universal -y, sobre todo, americana- por sus papeles de jovencita ingenua y encantadora, se ganó en el imaginario colectivo mundial (y, sobre todo, americano), el sobrenombre de «la virgen de América». El genial comediante del mostacho de betún solía decir, con sorna, que él era tan viejo que «había conocido a Doris Day antes de que fuera virgen». Lean atentamente.

A mí en estos últimos tiempos me está pasando algo semejante: me doy cuenta de que el tiempo pasa tan rápido que cosas que me parecían evidentes hace algunos años, hoy han dejado de formar parte de la realidad realmente real y han sido sustituidas por un gigantesco camelo que todos hemos decidido creernos.

Dicho en otras palabras: soy tan viejo que recuerdo perfectamente haber oído hablar de Elizabeth Duval cuando [¿aún?] era un señor. Porque nació señor, aunque mucha gente no lo sepa y aunque hoy sea perfectamente imposible encontrar las huellas de su transmutación de género.

Porque aunque todo esto parezca una cuestión política relativamente menor, visto lo visto, con explosiones térmicas por aquí, explosiones de cólera presidencial por allá y todas esas zarandajas, como ya habrán apreciado, yo la considero particularmente importante y que me gustaría comentarla de nuevo hoy. Hoy, porque la hybris socialista está tan absolutamente salida de sus goznes que, en una crisis particularmente cruel de freudianismo (es decir, de adolescencia tardía) han empezado a matar a sus padres y a sus madres de manera indiscriminada brutal y en la mayoría de los casos haciendo gala de una ingratitud sin precedentes.

Durante la tristemente célebre jornada electoral de las autonómicas y locales cundió en redes sociales una imagen totalmente carente de interés con un pie de foto totalmente perverso. Perverso para todas las personas implicadas además. Examinemos los hechos:

¿Quién? El «ser» – pues mis convicciones morales y políticas, pero también la prudencia y el instinto de conservación de mi cabeza sobre mis hombros me obligan a la reserva más absoluta en cuanto al uso de pronombres- el ser, digo, que responde a un nombre que no respeta las reglas de concordancia, ni de adecuación a la lengua nacional; ni del buen gusto, ya puestos (y esto no lo digo yo, lo dice alguien tan poco sospechoso de ser yo como Amelia Valcárcel[1]); y a un apellido que comparte simultáneamente, y esto es lo gracioso, tanto con Norma como con Robert.

¿Dónde? En un colegio electoral de un barrio privilegiado, pues los seres como el que nos ocupa nunca vienen de los estratos inferiores de la sociedad.

¿Por qué la fama y la gloria? Porque el CTC en cuestión tiene estudios y no cualesquiera estudios, además: tiene estudios en la Sorbona de París y, como todo el que tiene estudios en la Sorbona de París, puede permitirse el lujo de mirar por encima del hombro incluso a sus más avezados ancestros en la lucha por los derechos sociales y políticos.

¿Por qué sacar a relucir el asunto ahora? Porque, querido lector, además de en francés y maldad, nuestro protagonista de hoy es experto en aritmética social y como ha descubierto él sólito la fórmula «Chaval de Alcalá de Henares + Universidad con ínfulas = Elizabeth Duval » le han nombrado Portavoz de Feminismo de Sumar. Y lo mejor, para que vean que el chico es brillante, es que todo tiene su origen en una aparente yuxtaposición de elementos que, lejos de ser una adición, es una resta.

¿Qué, pues? La foto que el Sr. Elizabeth publicó el día de las elecciones en sus redes sociales en la que aparecían, codo con codo en exquisita armonía exclusivamente alfabética, las papeletas electorales de la Falange y del Partido Feminista. Y con el el comentario siguiente: «Parecidos razonables y proximidades insospechadas».

La quinta o sexta, o la que sea, ola del feminismo, o ecofeminismo, o feminismo queer o lo que sea, ha llegado para enseñarnos que, si coge Vd. una «feminista histórica»[2], de esas de aborto libre y gratuito, divorcio sin causa, anticonceptivos, puntual incumplidora del tercer mandamiento, muchos deslices en el sexto, ni madre ni esposa pero, y esto es lo grave, de educación religiosa; es decir, por tomar un ejemplo al azar, una Carmen Calvo de la vida; y va y le quita Vd. toda la reciente legislación del Misterio [sic] de Igualdad de Irenelda y Ionistasia, el resultado de la operación no es, ni siquiera, una artera feminista del PP o una pija MeMa (i.e. Médico y Madre). No: Carmen Calvo – Pedro Sánchez ≠ Cuca Gamarra; Carmen Calvo – Pedro Sánchez = Carmen Polo.

Se pueden extraer numerosas enseñanzas, no solo políticas, del acontecimiento que querría compartir con Vds.

La primera, que la educación, por buena, afamada y universalmente reconocida que sea no tiene por qué producir, necesariamente, buen fruto, sobre todo si la materia a educar no está bien dispuesta: ahí tienen a Lidia Falcón, educada y amadrinada por un conocido líder carlista de Barcelona que, no contenta con teñirse el pelo de rojo y fundar el Partido Feminista de España, ha acabado por ser facha. Otro tanto y, casi con más razón, me dirán, podría decirse de Duval, a quien su paso por las aulas parisienses le ha dejado las neuronas hechas mostillo, por lo que parece. Pero, en fin, he comenzado el párrafo hablando de educación «buena, afamada y universalmente reconocida », lo cual excluye, de suyo, la mencionada Universidad que, por muy escolástica que fuese, está claro que no sobrevivió a Mayo del 68.

La segunda es que Duval ha cometido, al menos, dos grandes injusticias: en atención a su respectiva edad, comenzaremos por los más veteranos, que son los de Falange: resulta verdaderamente abominable que se pretenda comparar al primer partido español que promovió de manera efectiva, eficaz y duradera a mujeres de todo estrato social a puestos de responsabilidad política con una pandilla de saltimbanquis ideológicos que nunca han tenido un solo cargo electo por méritos propios. Creo que Urraca Pastor, Pilar Primo de Rivera y Pilar Careaga se sentirían gravemente ofendidas por la confusión: ellas ya eran mujeres en puestos de autoridad mucho antes de que Lidia Falcón comenzase a dar sus primeros vagidos filosóficos.

Por otra parte, resulta no menos detestable, bromas aparte, que la sinrazón y la perfidia de los CTC llegue al punto de comparar a víctimas y verdugos, olvidando que Falcón sufrió prisión y torturas a manos de los grises. Es, no sé cómo expresarlo… Es como si el PSOE cerrara pactos con Bildu, que sería tanto como escupir sobre la tumba de Lluch y de Isaías Carrasco… ¿Acaso, Duval, tan joven y tan arrogante, quiere ser más mala que Pedro Sánchez, incluso antes de tener cartera ministerial…?

Pero no podemos permitirnos la confusión. Les recuerdo que esta serie de artículos tenía por objeto mostrar a qué partidos no se puede votar. Y no he querido desaprovechar la ocasión de acudir, como argumento de autoridad, a las enseñanzas de alguien que ha tenido la misma Alma Mater que el bienaventurado Doctor Común. La comparación es odiosa, despreciable y de mal gusto. Lo sé, lo hago deliberadamente, a ver si empezamos a hacer algo…

No se puede votar a la Falange. No es que haga falta decirlo porque, amén de tirar piedras contra el propio tejado, en lo que a los carlistas se refiere, es una total pérdida de tiempo, porque no raras veces tienen más votos que candidatos. Pero, además, es que si Duval tiene razón, ningún católico de bien puede votar a un partido que, si se parece a las Feministas, esté a favor del descuartizamiento legal de bebés en el seno materno.

Y tampoco se puede votar al Partido Feminista, aunque yo he de confesarles que cada vez tengo más ganas: aunque muchas socialistas «históricas»[3] hayan denunciado públicamente la LeyTrash (con mucho menos salero que los columnistas de esta santa casa, sin embargo), la soberbia de Sánchez no le permitirá derogar una ley que lleva su hermosa rubrica, por absurda que ésta sea (la ley, digo). En cuanto a Feijoo… Por un lado, está lo que ya dijimos en un artículo anterior. Por otro, recientemente, Amelia Valcárcel y Bernaldo de Quirós (Par de Ferraz) ha pedido públicamente el voto para él, considerándole el único candidato capaz de hacer «una política feminista responsable». Contra la práctica unanimidad de mis compatriotas, yo creo firmemente que la frase en cuestión a quien desacredita es a Feijoo, no a Valcárcel.

Pero no; probablemente los únicos, las únicas, que están en situación de hacer una política feminista responsable, como cabe esperar de antiguas alumnas de la Sección Femenina, son nuestras amigas las TERFas, las que se oponen al borrado de la mujer. Necesitamos rojas impenitentes de la vieja escuela para hacer frente a las rojas impenitentes de la nueva escuela.

Y, sin embargo, hay que resignarse: tampoco se puede votar al Partido Feminista.

¡Querido lector, resista la tentación: no vote a Lidia Falcón!

[1] La simpar (laus Deo) feminista asturiana quiso manifestar su desagrado por la elección de Duval como portavoz de Igualdad de Sumar (el chiste se cuenta solo), pero no acertó a dar con sus senas: «es que se ponen nombre de vedette y se me olvidan»

[2] Nótese, dicho sea de paso que, en política, decir de alguien que es «histórico», especialmente en la expresión militante histórico, significa dos cosas: que es viejo y que nunca ha resultado elegido para nada importante)

[3] Véase nota 2.

 

G. García-Vao

Deje el primer comentario

Dejar una respuesta