Muchos mártires de la persecución religiosa de 1936 permanecen todavía en un relativo anonimato para la mayoría de los católicos. Hoy, 18 de noviembre, el sacerdote Francisco de Asís Arias Rivas será declarado beato, junto con otros 19 mártires, en la catedral de Sevilla.
Francisco Arias había nacido en la localidad de Cantillana en el seno de una familia cristiana. Sus padres le pudieron pagar los estudios de Derecho en la Universidad de Sevilla. Fue al finalizarlos cuando solicitó su ingreso en el Seminario de Sevilla. Compaginó sus estudios eclesiásticos con una capellanía en las parroquias de San Nicolás y Santa Cruz, además de en el convento del Espíritu Santo.
A partir de 1919 fue nombrado párroco de Nuestra Señora de la Asunción de Lora del Río. Durante toda la década de los años 20 del pasado siglo destacó por su infatigable labor para recuperar y organizar las fundaciones de los conventos que los liberales habían desamortizado las décadas anteriores. En esta tarea, para la que fueron providenciales sus estudios de derecho, encontró la oposición sistemática de las autoridades municipales, con las que tuvo algunos roces, en defensa también de su Coadjutor, que estaba siendo atacado injustamente por un alcalde que pedía su destitución.
Con la proclamación de la II República los resentimientos personales y políticos se radicalizaron por completo en una de las provincias de España más afectada por el anticlericalismo. Francisco Arias retiró al Santísimo del templo para evitar profanaciones, aunque no pudo evitar que forzaran la cerradura de la parroquia y quemaran imágenes sagradas y otros objetos del culto. Con el fin de urbanizar un sector del término municipal, el Ayuntamiento trataba de apropiarse del convento de la Orden Mercedaria Descalza de Lora del Río, que tras la desamortización había comenzado a ser administrado por la parroquia. Francisco Arias defendió la propiedad de la Iglesia frente a unas exigencias que eran abusivas e ilegales incluso desde el punto de vista de la normativa del momento.
Cuando comenzó la Guerra de 1936, se creó en el pueblo un comité izquierdista que ordenó detenciones, registros y fusilamientos sin procedimiento alguno. Comenzaron deteniendo a casi un centenar de persona. La parroquia fue profanada de nuevo y sus imágenes sagradas —también de un altísimo valor artístico— quedaron reducidas a cenizas. Francisco Arias fue detenido y encerrado en un depósito municipal donde sufrió terribles tratos vejatorios. Durante esos días, en los que pudo confesar a muchos de los presos, demostró una resignación y un comportamiento ejemplar. Su muerte tuvo lugar en el cementerio municipal el 1 de agosto, sólo 6 días antes de que las tropas nacionales entraran en la localidad.
Ana Herrero, Margaritas Hispánicas
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