Tahúres mancos

LA ASTUCIA DEL ESTADO MODERNO, ESPECIALMENTE EL LIBERAL, CONSISTE EN GOBERNAR ENCAUZANDO DENTRO DE SÍ EL CONCURSO DE SUS POSIBLES ENEMIGOS

Santiago Abascal, dirigente de VOX, con el reportero estadounidense Tucker Carlson en Ferraz. EP.

El maquiavelismo político tiene su origen mucho antes de Maquiavelo, su condición necesaria es el pecado original. Pero el mal del posibilismo sólo es posible desde el triunfo de la revolución.

Con proclamas de unidad, con retórica huera de patriotismo o catolicidad, el posibilismo es algo característico de los espectros partidistas conservadores. Habitualmente persiguen una unidad externa de elementos realmente dispares. Por eso constituyen la corriente más moderada y más heterodoxa de las derechas. Su bondad es tan aparente como su unidad, su utilidad revolucionaria se cifra en que divide o subsume elementos políticos previos para erigirse. En su efecto disolvente reside su gran peligro

Porque, como vemos con los ejemplos y tácticas históricas, desde el Partido liberal-conservador, la mal llamada Unión Católica (con brevísima existencia de tres años), con todos sus imitadores hasta VOX; prometieron una restauración moral o católica. Pero, si pudieron, no lo cumplieron. Aunque, ya que tientan con promesas de eficacia, hay que reconocer ni siquiera pudieron en la mayoría de los casos: el oro y el moro que no alcanza la cota de poder que asegura.

En cambio, dispersaron o mermaron fuerzas constituidas donde se conservaba la moral y la política católica. En definitiva, estas uniones se muestran como inútiles y destructivas para los propósitos que anuncian, o con los que engañan a muchos. Pero se revelan sumamente útiles al avance revolucionario.

Para comprender su fracaso hay que atender a lo siguiente. Todo posibilismo asume el principio y los medios del Estado y de la política modernos. Y es que la mentalidad posibilista tiene un presupuesto soberbio, a la par que iluso. El posibilista cree ser más listo que el sistema y que la gente contenida en él («Has votado a un tradicionalista y ni siquiera te has dado cuenta»)

Por otra parte, incluso el posibilista mejor intencionado es racionalista, lo que supone una misconcepción de la razón y las capacidades humanas. Si los considera enemigos, subestima a los hijos de las tinieblas del régimen liberal. No evalúa de modo circunspecto: ni sus fuerzas, ni sus propias posibilidades, ni las fuerzas y rudimentos de ese sistema denostado.

La astucia del Estado moderno, especialmente el liberal, consiste en gobernar encauzando dentro de sí el concurso de sus posibles enemigos. Al menos, los que así se declaran. Sobre los lomos de estos ¿enemigos? ese Estado monta a un paso seguro y relajado.

Roberto Moreno, Círculo Antonio Molle Lazo de Madrid.

Deje el primer comentario

Dejar una respuesta