Es poco difundido el hecho de que su Ilma. Alonso Montufar, arzobispo a la sazón de Méjico había donado una réplica de la imagen con la Virgen de Guadalupe al Rey Felipe II, quien a su vez la donó a su hermano Don Juan de Austria. Éste la entregó al almirante genovés Andrea Doria para ser utilizada durante la colosal batalla de Lepanto el 7 de octubre de 1571. El almirante colocó la imagen en un estandarte en la Capilla de la nave «Capitana».
Los pormenores y detalles de la batalla fueron narrados magistralmente por el profesor Andrés Gambra el pasado sábado 2 de octubre, así como la exaltación detallada de la figura de Don Juan de Austria por Juan Manuel de Prada el mismo día; entre los hechos que se mencionaron cabe destacar la participación de los tlaxcaltecas pueblo aliado que también se lanzó a la conquista de las Filipinas.
Durante la batalla, el almirante Doria rogó a la Virgen del Tepeyac y cuando éste subió a cubierta, una tormenta lluviosa dispersó a la flota turca, por lo que la flota de la Liga Santa quedó en mejores circunstancias de afrontar y vencer a los musulmanes. Tras la victoria, la flota de Génova le atribuyó la victoria a la Madona de Guadalupe y el estandarte guadalupano quedó en posesión del almirante durante mucho tiempo en la fortaleza de Malespina. Todo esto ocurrió siglos antes de que el Papa Benedicto XIV (XV) declarara solemnemente a la Santísima Virgen de Guadalupe Patrona de Hispanoamérica en 1754, sin duda conociendo también el auxilio en la Batalla de Lepanto. En 1811, el Cardenal Giuseppe Doria donó el estandarte a la Iglesia de San Esteban de Aveto, dónde todavía suscita peregrinaciones. El Papa Pío VII concedió a la Diócesis que al domingo siguiente de la fiesta de San Roque (16 de agosto) pueda celebrar a la Virgen Guadalupana con Misa y Ritos propios.
Que estos hechos nos recuerden como católicos herederos y deudores de estos héroes cuál es nuestra bandera, no como cliché sensiblero personalista, caricatura que el enemigo intenta hacer durante siglos de la Virgen de Guadalupe, apropiada por los descendientes del luteranismo, reducida a una cuestión cultural o amuleto de movimientos conservadores. La Virgen de Guadalupe es la Reina de las Españas, la del Rosario de Lepanto o el Pilar de Zaragoza, es la Madre de Dios que guía a sus hijos hacia el cielo según los designios de su Inmaculado Corazón.
Nuestro estandarte y esperanza frente a una sociedad protestantizada y secularizada por el liberalismo y sus desvaríos, no es un pañuelo azul, por mucha multitud que se afirme delante de él contra el asesinato abortero, vemos que de las multitudes no se obtiene legitimidad alguna ni triunfo alguno, después de todo, los turcos en Lepanto eran más numerosos que los cristianos. Que Nuestro único estandarte sea la Santísima Madre de Dios, Reina de las victorias y dispensadora de todas las gracias, Reina y Esperanza de las Españas.
¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Nuestra Señora de Guadalupe! ¡Dios, Patria, Fueros y Rey!
José Santiago Alvarado, Círculo Tradicionalista Celedonio de Jarauta.