De los Andes a Bruselas

En noviembre de 2020 publicamos un artículo sobre la crisis agrícola que estaba viviendo Colombia. En aquel entonces el costo de un bulto de papas estaba por los suelos, con un valor aproximado de veinte mil pesos vendiéndose incluso por diez mil pesos. Hoy, en febrero de 2022, un bulto de papa cuesta aproximadamente ciento ochenta mil pesos; esto es, casi diez veces su valor anterior. Este hecho, por supuesto, no trajo consigo un periodo de bonanza económica para el campesinado colombiano, sino un duro golpe para las clases medias y bajas.

Sin profundizar en las teorías económicas, es posible afirmar que tanto el alza como la baja en los precios son una mala señal. Precios muy bajos perjudican a los campesinos, precios muy altos impiden la adquisición de bienes; pero, ¿a qué se debe que los precios de la papa sean inestables? La respuesta la dimos ya en 2020 y la reiteramos en 2021 cuando denunciamos la importación de papas congeladas provenientes de Bélgica, Países Bajos y Alemania.

Hoy, Colombia se prepara para sus elecciones presidenciales y legislativas. Y el único partido que en su momento se opuso al TLC y a la entrada de Colombia a la OCDE, el socialista MOIR, ha capitulado ante personajes abiertamente liberales en lo económico como Alejandro Gaviria o Juan Manuel Galán. Por su parte, los europeos que tanto admiran los progresistas colombianos no tienen ninguna intención de cambiar su política económica; después de todo, están ocupados luchando contra la ultraderecha y los delitos de odio.

Desde el Círculo Gaspar de Rodas seguiremos reafirmando nuestra postura contra el libre comercio. Gane quien gane las próximas elecciones, la crisis agrícola solo se agravará, y desde los Andes no podemos confiar ni en Bruselas ni en Washington. Solo una política económica amparada en la Doctrina Social de la Iglesia y la Tradición puede poner fin a las muchas crisis que se avecinan.

No sobra aclarar que hay muchas falsas curas al sistema liberal capitalista, como ya denunciaba Hilaire Belloc. Ingenuas propuestas que intentan reconciliar la producción en masa o una sociedad basada en el capital —entendido como potencia social y no como papel moneda— con la doctrina católica.

El camino a elegir no es uno donde Colombia ocupe el lugar de Bélgica e importe productos agrícolas a todo el mundo. Porque la justicia social que defiende la DSI no consiste en maximizar el beneficio, sino en verdadera justicia cristiana. Y no puede existir justicia si elegimos ocupar el lugar del globalismo.

Carlos Restrepo, Círculo Gaspar de Rodas