A su imagen y [p]s[o]emejanza (I): Tomás y los valientes

EL PP SIEMPRE ACABA HACIENDO TODO LO QUE EL PSOE NOS AMENAZA CON HACER. PARA ESO, MEJOR SIEMPRE LA VERSIÓN ORIGINAL.

El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, Foto: Francisco J. Olmo 29/10/2022

Tras haber comentado sucintamente en las semanas que han precedido, los partidos que presentan candidatura a las elecciones del 23 de julio y de haber explicado por qué no se les puede votar, nos disponemos en esta última semana de campaña a exponer nuestras razones para dar nuestro voto al único partido que en las presentes circunstancias pensamos que puede gobernar España sin causar aún más desaguisados.

No nos referimos ciertamente a Ciudadanos. Si no hemos considerado necesario dedicarles un artículo entero es porque, como es evidente, están llamados a desaparecer también del Congreso de los Diputados, feliz efemérides de la que nos congratulamos desde ya.

Personalmente, reconozco que Ciudadanos me cae mal desde el comienzo, probablemente porque a diferencia de todos los demás partidos no conozco ningún militante que no me parezca un perfecto impresentable. ¿Supone esto que considero que hay gente medianamente decente incluso en el PSOE? La respuesta debería parecer evidente: es notoria mi simpatía hacia Carmen Calvo y, desde la semana pasada, también hacia Amelia Valcárcel .

Ciudadanos siempre me ha parecido un partido aburridísimo que ni siquiera ha merecido mis venenosas apostillas. Aunque, si mis lectores tienen verdaderamente un gran interés en las consideraciones de García-Vao sobre el partido de los burgueses barceloneses aburridos les propongo que se marquen un hágalo usted mismo: seré tan generoso como para proponerles yo mismo la película a comentar y el título del artículo. Se trata de un filme hoy prácticamente desconocido de calidad medianeja pero entretenido de producción hispano-belga que cuenta una hispánica aventura del conocido periodista de cómic Tintín que nunca fue escrita por Hergé, a saber:  Tintín y el misterio de las naranjas azules.

Definitivamente, no voy a pedir el voto para Ciudadanos. Aunque pueda sorprender a muchos, y le pido a la Redacción que sea indulgente y que espere al final de esta serie,  creo que en la presente coyuntura lo menos malo que le puede pasar a este país es una mayoría absoluta del Partido Socialista. Todo español con dos dedos de frente debería depositar su voto por Pedro Sánchez el próximo 23 de julio y eso incluye, me parece, también a los presos de ETA. ¡Oh, Pedro! ¡Que hasta Txapote te vote!

¿Que si de verdad me parece justo y necesario entrar al trapo con lo del famoso ¡que te vote Txapote!? ¿Pero hace cuánto tiempo que me conocen? Es evidente que sí.

El universo mundo, empezando por Feijóo, parece estar, sorprendentemente, de acuerdo en establecer una distinción neta y precisa entre PSOE y Pedro Sánchez. Entre «socialismo» y «sanchismo» («sanchecismo», en castellano). «Todo el mundo» que incluye también a figuras de relumbrón del pasado glorioso del socialismo español como Felipe González, Guerra y otros hijos ilustres de la Transición. Una cosa es, dicen, luchar por los derechos de los trabajadores y de los oprimidos con más o menos fortuna económica, y otra muy distinta es subirse al carro de todas las reivindicaciones identitarias y de suplir a las carencias afectivas de todos los desviados sexuales del país con cargo a los Presupuestos Generales del Estado. Una cosa es coquetear con los partidos nacionalistas y obtener su apoyo en sede parlamentaria a golpe de talonario, y otra muy distinta es hacerlo con concesiones en materia de competencias en justicia y educación. Una cosa es, en suma, obtener el apoyo obligado de IU en el Congreso agitando el «que vienen los fachas» o, como mucho, aceptar uno o dos tránsfugas del viejo PCE como miembros del Gobierno, y otra muy distinta es crear departamentos ministeriales de fantasía para colocar al califa de Galapagar y a toda su corte de los milagros.

Zapatero coqueteó con los límites de lo que el PP estaba dispuesto a criticar estando en la oposición y a hacer luego discretamente al llegar al Gobierno. El sanchecismo es una versión del PSOE de la que Feijóo no está dispuesto a hacer una copia conforme (o dicen que dice…).

El detonante (el detonador, también) en estas últimas semanas no ha sido «lo de Cataluña», ni lo de los ciudadanos transgénicos – asunto que solo parece preocupar a cuatro viejas brujas feministas y a un fascista bien conocido en La Esperanza– sino los acuerdos a los que Sánchez ha llegado con Bildu.

De ahí, a los pérfidos voceras gritando «¡Que te vote Txapote!»; y de ahí, ¡oh sublime expresión del ingenio patrio!, que el partido de Txapote diga que no se puede utilizar políticamente a Txapote, por respeto a las víctimas… ¡De Txapote!

Es una lástima que los muertos no puedan votar. Si fuera el caso, EH Bildu tendría un gran interés en abrir una sede en el infierno: no tendrían ni que hacer campaña.

Nada de esto es culpa de Sánchez. No directamente, al menos. Es culpa de quienes no le han dejado gobernar a su entera libertad y que le han empujado a los amorosos brazos de las hermanastras de Yolicienta.

Si Sánchez gobernase en solitario, nunca habría aprobado la Ley Trash, porque las feministas de rancio abolengo de su partido no se lo habrían permitido. Habría, sin duda, continuado el largo legado de protección de la familia que siempre ha caracterizado al viejo PSOE.

Si Sánchez gobernase en solitario, nunca habría indultado a los golpistas catalanes, pues tampoco habría necesitado el apoyo de Rufián y sus compinches. Habría, muy probablemente, pactado no con la siniestra Esquerra, sino con la diestra CiU (o su actual heredero). Como siempre ha hecho el PSOE. Y el PP, por cierto.

Si Sánchez gobernase en solitario, no se habría hecho la menor concesión a los socios y herederos de la banda terrorista ETA y Múgica, Buesa, Lluch y Tomás (y Valiente, también), podrían seguir descansando en paz sin los sobresaltos que deben sufrir, con una cadencia cotidiana, al escuchar el zapateado electoral que se marca cada día el Gobierno encima de sus tumbas. El PSOE de las mayorías absolutas, es bien sabido, no pacta con la izquierda abertzale, envía a los GAL.

No admitiré como contraargumento facilón que, todo eso que no haría un PSOE gobernando en solitario tampoco lo haría el PP. El PP, lo ha demostrado hasta la saciedad, es el perfecto partido conservador: conservarán todo aquello que el PSOE haya llevado a cabo, aunque para ello sea necesario implementar ciertos ajustes legislativos: siempre ha sido así, ya se trate del aborto, del gaymonio, de los nacionalistas canarios, del PNV, de Pujol… Dicho de otra manera: el PP siempre acaba haciendo todo lo que el PSOE nos amenaza con hacer. Para eso, mejor siempre la versión original.

Es una lástima que los muertos no puedan votar. Seguro que los que obran en el haber de Txapote estarían de acuerdo en votar al partido de Tomás y los valientes. Los valientes sinvergüenzas.

G. García-Vao

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